Construyendo la flora intestinal en bebés y niños pequeños

Los bebés nacen con un tracto intestinal casi libre de gérmenes. La flora intestinal solo empieza a colonizarse con bacterias buenas y beneficiosas durante y después del nacimiento. Son esenciales para una digestión sin problemas y para el sistema inmunitario. ¿Qué puedes hacer tú como madre o padre para ayudar a construir la flora intestinal? Hemos resumido para ti los mejores consejos. Descubre más sobre el importante papel de la flora intestinal.

La importancia de una flora intestinal sana

La flora intestinal suele subestimarse, pero contribuye de forma decisiva a nuestro bienestar. Es necesaria para que el sistema inmunitario funcione y ayuda a digerir de forma eficiente muchos componentes importantes de los alimentos.

Flora intestinal – ¿qué es en realidad?

La flora intestinal o microbiota intestinal se refiere al conjunto de microorganismos que colonizan el intestino. Las bacterias del ácido láctico, como lactobacilos y bifidobacterias, son habitantes especialmente importantes. Se instalan en la pared intestinal como pequeños guardianes protectores y mantienen alejados a los gérmenes patógenos. Así se pueden prevenir infecciones. Por eso el intestino es una parte fundamental del sistema inmunitario.

En los bebés, la flora intestinal debe primero colonizarse y desarrollarse. Al nacer, la mucosa intestinal está casi sin colonizar. Después de unos tres años, el desarrollo de la flora intestinal está en gran parte completo.

Desarrollo de la flora intestinal en bebés y niños

El microbioma de un niño se desarrolla sobre todo en los tres primeros años de vida. Aunque el sistema digestivo ya está formado al nacer, sigue estando en gran parte libre de gérmenes. Es decir, aún faltan las bacterias importantes. Solo en los años siguientes se irá colonizando poco a poco con más bacterias.

Los estudios muestran que el desarrollo óptimo del microbioma es especialmente importante en los tres primeros años, ya que influye en la salud a largo plazo del niño. Esto se debe a que alrededor del 70–80 % de las células inmunitarias se encuentran en el intestino. La flora intestinal juega, por tanto, un papel importante en la prevención de infecciones y alergias. Un microbioma sano es también la base de una digestión óptima, un metabolismo eficiente y el desarrollo del cerebro.

El desarrollo del microbioma depende de muchos factores diferentes. Por un lado, hay factores que no se pueden influir directamente, como el entorno de vida, los hermanos y las mascotas. Sin embargo, también hay factores en los que los padres pueden influir activamente, como la alimentación durante la primera infancia.

Cómo influye el nacimiento en la flora intestinal

La primera colonización del intestino se produce en el nacimiento. El tipo de parto desempeña aquí un papel decisivo. Al pasar por el canal del parto vaginal, los bebés entran en contacto con el microbioma materno. Ingerirán “bacterias buenas” que apoyan el desarrollo de su intestino. Durante el parto vaginal, grandes cantidades de lactobacilos y bifidobacterias se transfieren al bebé. Estos son de los colonizadores iniciales más importantes de la flora intestinal.

Los bebés nacidos por cesárea, en cambio, entran primero en contacto con bacterias de la piel y del entorno hospitalario. Como resultado, las bacterias protectoras del ácido láctico en su flora intestinal aparecen con menor frecuencia al principio. Esto también repercute en el sistema inmunitario de los niños. Sin embargo, con una nutrición adecuada y un estilo de vida saludable, el sistema inmunitario se adapta con el tiempo al nivel de los niños nacidos por parto vaginal.

Los primeros meses después del nacimiento – 0 a 6 meses

La lactancia materna apoya la colonización natural del intestino. La leche materna aporta numerosos nutrientes y bacterias del ácido láctico importantes. También contiene valiosas fibras que las bacterias intestinales sanas del bebé pueden usar para crecer. Si no das el pecho, los bebés pueden beneficiarse de fórmulas a base de leche que incluyan fermentos de ácido láctico y prebióticos.

Introducción de la alimentación complementaria – 6 a 12 meses

Con la introducción de la alimentación complementaria, el microbioma cambia de forma drástica. La composición y función se adaptan a la nueva dieta. Las bacterias del ácido láctico, que dominaban el microbioma en la primera infancia, disminuyen. Aumentan en cambio las bacterias capaces de procesar fibras de cereales, frutas, verduras y distintas fuentes de proteínas y grasas.

La flora intestinal se vuelve más compleja: crecen y se establecen más bacterias distintas. Una alta diversidad de cultivos bacterianos suele asociarse con un microbioma más sano. Una dieta equilibrada y rica en fibra favorece un desarrollo óptimo hacia un microbioma diverso, dominado por bacterias beneficiosas.

Infancia – 12 meses a 3 años

Cuanto más se adapta la dieta a la de la familia, más se estabiliza el microbioma y evoluciona hacia el de un adulto. La maduración del microbioma continúa en este tiempo. También es importante apoyar su desarrollo durante esta fase. Con una dieta equilibrada y sana, los fermentos lácticos probióticos pueden fortalecer la flora intestinal y seguir protegiendo contra enfermedades e infecciones. Alrededor de los tres años, la mayor parte de la maduración del microbioma ya está prácticamente completa y se parece mucho (aunque no del todo) en composición y función al de un adulto.

Signos de una flora intestinal sana

¿Cuáles son los signos de que la flora intestinal está en equilibrio? Sobre todo, una digestión sin molestias indica que la flora intestinal está bien colonizada. Además, una flora intestinal sana influye también en el sistema inmunitario, en la piel y en el bienestar general.

En detalle, esto significa:

  1. Las deposiciones son más regulares y blandas, sin molestias como gases, estreñimiento o cólicos.
    Los bebés amamantados tienen menos probabilidades de sufrir heces duras o hinchazón. La experiencia muestra que los bebés alimentados con fórmula también suelen tener heces más blandas y menos problemas digestivos si la leche incluye probióticos y fibra.
  2. Apenas hay o no existen intolerancias alimentarias.
    Los bebés con tendencia a la dermatitis atópica muestran muy pronto cuando no toleran ciertos alimentos. A partir de la alimentación complementaria, y con la variedad de comidas nuevas, aumentan las posibilidades de intolerancias. A menudo los desencadenantes son la leche de vaca (lactosa), la fructosa o ciertos alérgenos.
  3. Un sistema inmunitario fuerte y menos infecciones.
    Debido al entorno ligeramente ácido, una flora intestinal bien colonizada está mejor preparada para reconocer gérmenes patógenos y frenar su multiplicación. De media, los bebés amamantados sufren menos infecciones gastrointestinales y menos otitis. Además de sustancias defensivas, la leche materna contiene numerosas células vivas y especialmente bifidobacterias, asociadas a una flora intestinal sana.
  4. El bienestar general es bueno.
    Esto es subjetivo, pero importante: cuando la flora intestinal está desequilibrada, la energía cae tras las comidas o el ánimo cambia bruscamente. En adultos suele notarse como cansancio o “mente nublada”. En los niños, un buen equilibrio se traduce en calma y contento dentro de sus capacidades. Como los bebés y niños pequeños aún no pueden autorregularse, dependen de tu apoyo como madre o padre.
  5. La piel y mucosas están claras, sanas y sin irritación.
    La piel de un bebé es hasta cinco veces más fina que la de un adulto, y por tanto más permeable a sustancias externas. Una flora intestinal sana ayuda a que la piel y mucosas se adapten mejor al frío, la humedad o a agentes irritantes. Esto también se aplica a las membranas mucosas, que suelen ser un buen indicador de un sistema inmunitario debilitado.

Una flora intestinal sana también influye en cómo el cuerpo aprovecha los nutrientes. Esto se debe a que en la mucosa intestinal tienen lugar numerosos procesos complejos para poder absorber lo que comemos. Si no hay suficientes bacterias buenas de los tipos adecuados, el organismo no puede producir las vitaminas, oligoelementos, aminoácidos y ácidos grasos necesarios.

Importante: una deficiencia real de nutrientes sólo se confirma con análisis de sangre. En la infancia es muy raro que haya carencias graves. Si existen leves, suelen compensarse fácilmente con una dieta equilibrada a partir de la alimentación complementaria. Lo mejor es consultarlo con el pediatra.

Una flora intestinal equilibrada contribuye de manera decisiva al bienestar y la salud. Favorece funciones corporales importantes y se refleja en una digestión fluida y un sistema inmunitario fuerte. Muchas veces sus efectos son discretos y solo se notan claramente cuando el equilibrio se altera.

Nutrición óptima para una flora intestinal sana

Según la OMS, lo ideal para fortalecer la flora intestinal es continuar con la lactancia hasta los seis meses en paralelo con la introducción de la alimentación complementaria. De esta forma, tu bebé recibe células inmunitarias, probióticos y fibras adaptadas a sus necesidades individuales.

Cuando tu bebé está listo para la alimentación complementaria (alrededor de los seis meses), su flora intestinal se adapta a los nuevos alimentos. Una dieta fresca, equilibrada, rica en vitaminas y con mucha fibra es ideal para apoyar este cambio hacia una flora intestinal bien compuesta.

Así, las bacterias buenas como las bifidobacterias reciben suficiente alimento para cumplir mejor su función de descomponer los alimentos.

Evita los alimentos muy procesados, como comida rápida o snacks azucarados y salados, al empezar la alimentación complementaria. Cuando tu hijo sea mayor, puede probarlos de forma ocasional.

Importante: La frecuencia y la cantidad son esenciales. Una dieta mayoritariamente fresca y rica en fibra mantiene sana la flora intestinal. Una ración de patatas fritas o un trozo de chocolate de vez en cuando no harán daño.

Nuestros consejos para una dieta saludable para el intestino:

  1. Prueba con platos coloridos.
    Combina en cada comida colores distintos: tomate (rojo), pepino (verde), manzana pelada (blanco), naranja (naranja), arándanos (azul/morado)… un arco iris en el plato que acompaña perfecto a un plato principal.
  2. Aplica la regla del 20 veces verde.
    Incluye al menos 20 alimentos verdes distintos a la semana, sobre todo verduras. Además de clásicos como ensalada, brócoli o espinacas, hay otros menos frecuentes como judías verdes, espárragos o, cómo no, los guisantes. También funciona con otros colores: ¡anímate a probar!

Ambos consejos buscan dar variedad. Esto puede ser difícil con niños pequeños, que suelen insistir en los mismos tres componentes y a menudo rechazan los alimentos nuevos. Ellos comen lo que tú les ofreces habitualmente y disfrutas también tú. ¿Un alimento es nuevo para tu hijo? Sírvelo de nuevo y repítelo: tarde o temprano su flora intestinal lo agradecerá.

Consejos para construir la flora intestinal

Para desarrollar una flora intestinal sana en recién nacidos, básicamente no hace falta más que crear condiciones iniciales óptimas. Un parto vaginal seguido de un contacto piel con piel proporciona una buena base para la colonización inicial.

Importante: Si por algún motivo no fue posible un parto vaginal o el contacto piel con piel tuvo que cancelarse por razones médicas, no te preocupes. Aunque los primeros momentos hayan sido diferentes de lo esperado, la flora intestinal puede desarrollarse igual de sana, aunque tome un poco más de tiempo.

Si no das el pecho o lo haces solo un tiempo limitado, la fórmula con probióticos y prebióticos puede ayudar a construir una flora intestinal saludable durante la infancia. Lo mejor es consultarlo con tu pediatra.

Una dieta fresca y equilibrada a partir del primer año también favorece a largo plazo el desarrollo de la flora intestinal. Un ejemplo de alimentación diaria podría ser:

Desayuno: muesli integral, porridge o pan integral, acompañado de fruta fresca o verduras de temporada. En invierno, puedes recurrir a productos congelados, que a menudo conservan más vitaminas y nutrientes que frutas o verduras transportadas largas distancias.

Comida: variedad de verduras con un acompañamiento como patatas, arroz integral o pasta integral. Añade una fuente de proteínas como carne, huevo o tofu.

Merienda: frutos secos o frutas deshidratadas en pequeñas cantidades según la edad del niño, yogur o fruta fresca.

Cena: papilla de cereales integrales, pan integral o similar con verduras y complementos. Así se sienta una buena base para un sueño reparador.

Si das el pecho después del primer año, la leche materna sigue siendo un excelente complemento para una dieta amiga del intestino, aportando nutrientes y fibra y ayudando a digerir mejor los alimentos. Asegúrate también de que tu hijo bebe suficiente líquido, como agua o infusiones sin azúcar en cada comida.

Preguntas frecuentes sobre cómo reforzar la flora intestinal

¿Cómo reconozco una flora intestinal alterada?

Una flora intestinal que no funciona bien suele indicar que la colonización con bacterias buenas está desequilibrada (disbiosis). Los síntomas más habituales incluyen:

  • Gases, vientre hinchado.
  • Dolor abdominal, cólicos.
  • Diarrea crónica o estreñimiento.
  • Malestar general.
  • Sistema inmunitario debilitado, infecciones frecuentes.

Un diagnóstico médico detallado mostrará si este es el caso en tu hijo o hija.
Por lo general, puedes recuperar el equilibrio con una alimentación fresca y variada. También puede ayudar a tomar probióticos. Para favorecer que tu peque desarrolle una flora intestinal sana, puedes:

  • Ofrecer una dieta fresca y equilibrada.
  • Limitar el consumo de azúcar.
  • Dar productos lácteos fermentados (kéfir, queso fresco, queso).
  • Incluir con más frecuencia en la dieta alimentos ricos en fibra (verduras verdes, linaza, productos integrales).

¿Qué alimentos ayudan a mi hijo con la digestión?

Los niños que sufren con frecuencia de gases, estreñimiento o diarrea crónica suelen tener la flora intestinal desequilibrada. Para restablecer el balance y normalizar la digestión, puedes ofrecer:

  • Alimentos probióticos (chucrut, remolacha fermentada, pepinillos o productos lácteos fermentados como kéfir, ayran, skyr, etc.).
  • Alimentos ricos en fibra (semillas de lino o chía, productos integrales, frutos rojos, fruta deshidratada).

Un plato variado con diferentes componentes en cada comida es una buena guía para apoyar la digestión de tu hijo a largo plazo.

¿Qué dar a los bebés para recuperar su intestino después de antibióticos?

Una infección grave supone un gran esfuerzo para el cuerpo del niño. El descanso es especialmente importante para que tu bebé o peque pueda recuperarse bien. El uso de antibióticos ayuda a eliminar rápidamente las bacterias dañinas, pero después los intestinos pueden quedar desequilibrados.

Para ayudar a reconstruir la flora intestinal de tu hijo, puedes:

  • Amamantar más o con mayor frecuencia. La leche materna contiene numerosas células vivas y fibras que fortalecen la flora intestinal.
  • Dar leche de fórmula con componentes probióticos y prebióticos si no das el pecho o ya lo has dejado. Estos ingredientes ayudan a influir de manera positiva en la colonización intestinal.
  • Ofrecer alimentos probióticos y ricos en fibra. De esta forma se aportan bifidobacterias y lactobacilos, entre otros, que son necesarios para una buena digestión.

¿Puedo acelerar el desarrollo de la flora intestinal de mi hijo?

Muchas madres y padres se preguntan si deberían empezar a reforzar la flora intestinal al mismo tiempo que el tratamiento con antibióticos. Sin embargo, los suplementos probióticos no resultan útiles mientras se toman antibióticos, ya que primero hay que eliminar de forma eficaz las bacterias dañinas. En ese proceso, las bacterias buenas también se reducen. Los probióticos son más efectivos una vez que se ha terminado el tratamiento.

Junto con mucho descanso y una dieta ligera adecuada, es entonces cuando puede comenzar el fortalecimiento del intestino. En bebés y peques, normalmente es suficiente con que sigan tomando leche materna o una fórmula adecuada. A partir de la introducción de la alimentación complementaria, una dieta probiótica y rica en fibra también puede complementar la alimentación. Así se permite que las bacterias buenas vuelvan a colonizar la mucosa intestinal y se restablezca el equilibrio del sistema digestivo e inmunitario.

Información del autor

Sabrina Sailer es asesora voluntaria de lactancia y consultora de porteo formada desde 2010. Trabaja como redactora y editora, y también se encarga de varios programas relacionados con la compatibilidad de la familia y la carrera profesional.